Celdas Voluntarias

Permíteme dibujar esta historia en tu mente.  Un hombre fue condenado a cadena perpetua.  Habían pasado ya varios años desde su sentencia y su reducida y sombría celda era su indeseable hogar.  De pronto un día vienen las autoridades que le condenaron y le dicen que es hombre libre, que puede salir cuando quiera, acto seguido abren la puerta de la celda, le hacen un llamado a salir de ella  y luego se retiran.  Ahora el presidiario está en la celda pero la puerta está abierta.  ¿Qué harías tú si fueras este presidiario?  ¿Saldrías de la celda?  ¿Volverías a ella?

Lamentablemente muchas veces vivimos en prisiones que tienen la puerta abierta.  Nos quedamos voluntariamente por años en celdas que no están cerradas, peor aún, habiendo ya salido de tales celdas o prisiones, inexplicablemente, al ver la puerta abierta, decidimos volver y quedarnos allí, aunque sea un ratito.

En Gálatas 5.13 el apóstol Pablo escribe una revelación maravillosa:

Porque vosotros, hermanos míos, habéis sido llamados a la libertad; no a la libertad de hacer lo malo, sino a la libertad de serviros unos a otros por amor.

Dios nos ha llamado a la libertad.  Nos abrió la celda.  Pero además, nos dio (como siempre) la posibilidad de decidir qué hacer.  Podemos decidir el salir de la celda, el seguir su ejemplo de servicio y vivir más libres que nunca, o el quedarnos allí sentados en la prisión lamentándonos de nuestras desdichas o llorando nuestra supuesta incapacidad de cruzar por una puerta que ya está abierta, o el volver de vez en cuando a la celda, en fin, todo depende de nuestra decisión.

¿En qué celda vives? ¿Ya te diste cuenta que la puerta está abierta? ¿Por qué no sales de allí? ¿Por qué decides regresar de vez en cuando?  Recuerda, Dios te ha llamado a Libertad, úsala de manera inteligente.